Jaime Galté Carré (1903–1965) fue muchas cosas a la vez: abogado, profesor de Derecho Procesal, masón, parapsicólogo, fundador de la Sociedad Chilena de Parapsicología y, sobre todo, el médium más famoso del país según quienes lo conocieron. Su trayectoria lo sitúa en Santiago y Valparaíso, en la Universidad de Chile y en la Contraloría; pero una parte decisiva de su leyenda está anclada en la Región de Coquimbo: el naufragio del vapor Itata, que había zarpado desde Coquimbo y que se hundió a las pocas horas de su zarpe causando la muerte de casi 400 victimas, fue el contexto en el cual Galté realizó una de sus primeros, pero el mas trascendental de sus transes.
El vapor Itata: el gran naufragio coquimbano
El vapor Itata fue construido en 1873 en los astilleros R & J Evans & Co. de Liverpool. Era un casco de hierro de proa tipo clíper, de 88 metros de eslora y 1.776,5 toneladas de registro. Podía transportar más de 400 pasajeros y gran cantidad de carga viva y seca.
Llegó a Chile en 1874 y perteneció a la Compañía Sudamericana de Vapores. Durante la Guerra del Pacífico fue arrendado a la Armada, donde participó como transporte en campañas claves; Pisagua, Tacna, Arica, Mollendo, Lima y luego siguió en servicio como nave mercante de pasajeros y carga. A comienzos del siglo XX se le hicieron modificaciones: se le añadieron camarotes y superestructuras para mejorar el estándar de los pasajeros. Ese aumento de volumen sobre cubierta elevaría su centro de gravedad y reduciría la estabilidad, un dato técnico que años más tarde muchos asociarían al desastre.
El 28 de agosto de 1922, el Itata zarpó desde el puerto de Coquimbo rumbo a Antofagasta. Según las fuentes históricas llevaba entre 374 y más de 450 personas a bordo, entre pasajeros y tripulación, la mayoría familias pobres de la región que viajaban hacia las salitreras del norte en busca de trabajo.
Su carga incluía miles de sacos de cemento, cebada, fardos y animales vivos (corderos y vacunos), lo que aumentaba considerablemente el peso de la nave. Poco después de zarpar, frente a la costa de la actual comuna de La Higuera (sector de Punta de Choros / Los Choros) el buque enfrentó mar gruesa y fuerte viento sur. En cuestión de muy pocos minutos, la combinación de temporal y sobrecarga hizo lo suyo: el Itata perdió estabilidad, escoró bruscamente y se hundió. Las fuentes coinciden en una tragedia fulminante: más de 400 personas fallecidas, solo 26 sobrevivientes, que consiguieron llegar a playa Los Choros en un bote o aferrados a restos de la nave.
La memoria local de Los Choros conserva incluso el relato de una “luz milagrosa” que habría guiado a los sobrevivientes hacia la costa, interpretada como intervención de San José, patrono del pueblo.
Jaime Galté y el contacto con un naufrago del Itata
Sin embargo a varios kilómetros al sur del lugar de la tragedia, a la misma hora en que la primera ola azotaba la embarcación, Jaime Galté comenzaba a experimentar una de sus primeras y mas controversiales experiencias en la conexión con las almas de quiénes partieron antes. La escena de esta sesión y contacto se desarrolla en Valparaíso, el mismo 28 de agosto de 1922, y es versión más detallada del episodio está recogida por Francisco Gamboa Galté, familiar y biógrafo del médium, en la web dedicada a su vida.
Galté viajaba a Valparaíso por asuntos de trámite. En el tren entabló conversación con otro pasajero, quien quedó impresionado por un sueño premonitorio que el joven Jaime le relató sobre su propio padre. Ese acompañante, convencido de que estaba frente a un médium auténtico, lo persuadió de ir juntos a la Intendencia porteña para “poner a prueba” sus capacidades.
En la Intendencia lo recibieron en el despacho de la máxima autoridad provincial, junto a algunos funcionarios. Le pidieron que se sentara, que se concentrara, que pusiera “la mente en blanco”. Jaime aceptó. Según ese mismo relato, Galté contó que “súbitamente perdió el conocimiento”. Cuando volvió en sí, el intendente se paseaba agitado de un lado a otro y le dijo: “Mire lo que acaba de escribir en un papel”.
En la hoja, escrita con su propia mano pero con una letra que no reconocía como suya, se leía:
“Soy Froilán González. Soy una persona que acaba de morir en el hundimiento del vapor Itata.
Por favor vaya a mi casa del Cerro Barón.
En el segundo cajón de la cómoda que se encuentra en el dormitorio, encontrará una cajita en cuyo interior hay 200 pesos. Entréguele cien de ellos a mi madre y los otros cien a mi mujer”.
La reacción inmediata fue el escepticismo. El intendente comenzó a llamar a las autoridades marítimas y a la compañía naviera. Las respuestas, en ese mismo momento, eran tranquilizadoras:
“El Itata navega normalmente frente a Coquimbo”.
Con esa información, la autoridad dio por desacertado el trance. Le ofreció la mano a Galté, lo despidió cortésmente y volvió a sus tareas. El joven médium bajó la escalinata de la Intendencia junto a su acompañante del tren. Minutos más tarde, al pasar frente a la sede del diario El Mercurio de Valparaíso, presenciaron la escena que haría célebre el episodio:
“Un empleado sacaba una pizarra y empezaba a escribir: Hace unos pocos minutos el barco Itata se hundió…”.
El mensaje recién escrito bajo trance se transformó así en comunicación inmediata con una víctima del naufragio, antes de que la noticia se diera oficialmente por la prensa y la naviera siguiera creyendo que la nave navegaba “con normalidad”.

Luego vino la comprobación. Según la misma fuente, quienes habían participado de la sesión corrieron a la empresa naviera para preguntar por el nombre del firmante. Allí confirmaron que Froilán González aparecía en la lista de tripulantes como ayudante de cocina del Itata. Posteriormente se dirigieron a la dirección indicada en Cerro Barón, en Valparaíso. En la casa, en el dormitorio señalado, en el segundo cajón de la cómoda, encontraron efectivamente una cajita con 200 pesos, que entregaron a la madre y a la esposa del fallecido, tal como pedía el escrito.
Con este encadenamiento de hechos (trance, mensaje, noticia en la pizarra, verificación del nombre en la tripulación y hallazgo del dinero) el caso del Itata se convirtió en la historia paradigmática de la mediumnidad de Jaime Galté. No es solo que “vio hundirse” el barco: según los relatos, fue contactado en el acto por uno de sus muertos, en el mismo día del naufragio y a cientos de kilómetros del lugar del desastre.
El propio texto biográfico donde se recoge el relato del trance inserta el episodio en el contexto de la catástrofe coquimbana:
“El vapor Itata, con 400 pasajeros a bordo, en su mayoría familias que se dirigían al norte a probar suerte en la industria del salitre, zarpó ese día desde el puerto de Coquimbo.
Los escalofriantes relatos de los 26 sobrevivientes que lograron llegar hasta la playa de Los Choros y la localización de sus restos hoy son parte de un proyecto patrimonial desarrollado por un grupo de profesionales de la región”.
A cien años del naufragio, la región de Coquimbo ha levantado memoriales y proyectos de investigación arqueológica subacuática para documentar el pecio y rescatar la memoria de las víctimas.
En ese entramado de memoria local, familias, sobrevivientes, historias de luces milagrosas en Los Choros, investigaciones actuales, la figura de Galté se suma como un componente singular: un personaje de la historia nacional vinculado de manera directa a la tragedia más grande ocurrida frente a nuestras costas.

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